Capitulo 5

Capitulo 5
 
Lali intentaba dar patadas, pero Peter la tenia cogida por los muslos, encima de su hombro.
- Estate quieta muñeca, no me gustaría tener que abusar de mi fuerza. – pero ella no izo caso. Peter le dio un cachete en una de las nalgas, cubiertas solo por aquellas excitantes braguitas negras. Ella abrió los ojos y paró de patalear en el pecho de Peter – Veo que me entendiste. –
Sonrió y la dejó con cuidado en el copiloto. Lali lo miraba con lágrimas en los ojos, de los nervios, de la rabia, de todo. Peter se puso las gafas de sol y metió las llaves por el cerrojo del coche. Le echó un último vistazo a Lali.
- No me llores ¿eh? – dijo negando con la cabeza - ¿confío de que te puedo desenmordazar? Ella asintió rápidamente. Peter le quitó la mordaza. Lali respiró hondo y profundamente. Peter arrancó el coche, sin una simple sonrisa, ni siquiera una tierna mirada. Frio como él sabía ser. Lali lo observó. La chuaqueta de cuero le daba un aire supererotico, arrapado a sus musculosos brazos, igual que ese jersey negro en sus abdominales. Los pantalones, ni estrechos ni anchos daban mucho a la imaginación, aun que ella ya sabía el par de piernas que escondían. Y las botas a lo militar, terminaban de rematar la virilidad de aquel personaje. Se sonrojó sin saber por qué. Vio el pantalón rasgado, y como de él salía sangre sin cesar.
- Te sangra la pierna. – dijo moviéndose en su asiento, como señal de que la desatara.
- Ya estoy acostumbrado. Esto es solo un rasguño.
- ¿Un rasguño? Quizás hacen falta puntos y todo… - Lali consiguió desatarse las manos y se inclinó, ante la pierna de Peter.
- Eh, ¿Qué coño haces? Quieres que tengamos un accidente…
- Cállate. – le ordenó ella. Peter por primera vez se sintió dominado.
¿Por qué?Él era el que dominaba a las mujeres, nunca al revés. Y aquella mujer lo había hecho callar.
– Estudié algo de primeros auxilios.
Le subió el pantalón a Peter, mientras apoyaba la frente a la rodilla derecha de él. Se mojó un par de dedos con saliva y mojó la herida. A Peter le escoció esa herida. Se tensó y en su cara se expresaba dolor. Aun que no para todos pareció ser dolor… Un policía le mandó que parase.
 
 - Bueno, pero que tenemos aquí. – dijo cuando Peter bajó la ventanilla y Lali se volvió a incorporar en su asiento, habiendo cubierto la herida de Peter con un pañuelo – mamada en plena carretera.
- No, agente, no es lo que parece. – se intentó disculpar Lali.
- Claro, nunca es lo que parece. – la miró, comiéndosela con los ojos, ya que la chica solo iba cubierta por ropa interior. Peter se percató y le lanzó su chaqueta de cuero a Lali. Ella se tapó rápidamente.
- Agente…
- Nada de peros ni quejas. – sonrió – espero que haya disfrutado de la mamada, señor…
- Peter. Peter Lanzani– dijo Peter pasándose la mano por el pelo – aun que se equivoca.
- Ya claro… - sonrió de nuevo – por esta vez solo serán doscientos dólares, porque la señorita también iba desabrochada.
Peter sacó su billetera y haciendo de la multa que le dio el policía, una bola tirada en el maletero del Lamborgini, pagó de mala gana. Asegurándose de que esta vez Lali se abrochaba, arrancó de nuevo.

- Lo siento… - murmuró Lali, apenada por el gasto. – No debí moverme.
- No, no debiste. – dijo Peter gruñendo. – podríamos haber tenido un accidente.
Lali se sorprendió.
- Pero no me refiero a eso… a la multa…
- Por eso no te preocupes. No es nada.
- Si lo es...
- ¿Tienes que tener siempre la última palabra? – dijo Peter mirándola por encima de las gafas de sol.
Ella no dijo nada más, volvió la mirada hacia la ventanilla. Peter se fijó en la deliciosa comisura de sus rosados labios. Y como desearía que el policía hubiera tenido la razón.
 Lali se sonrojó. En cambió observó a Peter por el rabillo del ojo. Él no estaba ruborizado, para nada. Después de la acusación del policía... se imaginaba ¿y si aquello hubiera sido cierto?. Sin pensarlo, se aferró más a la chaqueta de Peter. Olía bien, olía a hombre, mezclado con un perfume viril y excitante.
- ¿A dónde vamos? – preguntó Lali pensativa.
- A una casa que tengo en mi cala privada. – dijo orgulloso. Lali supo que a aquel individuo que la había raptado le sobraba el dinero.
- ¿Por qué no me llevas a mi casa y olvidamos lo sucedido? – suspiró – yo como si no te hubiera visto nunca.
- Nena, eso es imposible. – en su rostro se dibujó una sonrisa espectacular. La ronca voz estremeció la espina dorsal de Lali, produciéndole un delicioso escalofrió. – Además, los secuaces de Benjamin, una de las bandas de una mafia rusa, te estarán buscando, ahora que ya has tenido trato con él.
- ¿Pero por qué? Yo no hice nada.
- Bastó con las relaciones que tuviste con Benjamin Amadeoski, para que te involucraran con él. Ahora eres tú a la que buscan. Son así de sádicos... – Peter tragó saliva, a Lali le extrañó, y con un hilo de voz terminó la frase – los rusos...

A Lali se le llenaron los ojos de lágrimas.
- No me llores, ya te he dicho que no me gustan las lágrimas. – Dijo Peter entrando en un gran subterráneo donde había un BMW plateado, igual de bonito que el caro Lamborgini. – Conmigo estás a salvo, mi jefe me encomendó que te protegiera e intentara sacar de ti más información sobre la mafia de Amadeoski. Y así lo haré.
Salió del coche y se dirigió al copiloto. Lali se había olvidado de todo, hasta de desabrocharse los pies. Peter abrió la puerta y al ver que aun seguía con la cuerda se agachó y se la desabrochó. Lali se sonrojó al sentir la respiración de la boca de Peter chocando contra su muslo. Pronto la cuerda cayó al suelo.
- Habrán un par de normas. – dijo Peter, estricto – No intentaras huir, a no ser que quieras que te maten – rió – Aun que es prácticamente imposible, el acceso aquí es muy difícil hay muchas armas de protección contra personas alienas. Esta enorme cala es mía, todo lo que tiene me pertenece a mí. – la miró – Ahora tú estás incluida a la lista.
- No te pertenezco – musitó Lali.
- Ahora sí. Estas en mi propiedad, eres de mi propiedad. – la miró – prométeme que por tu seguridad no saldrás de la isla.
Lali agachó la mirada.
- Lali. – la primera vez que decía su nombre. Y fue como el mejor de los roces, su piel se erizó.
- Bueno... – dijo con énfasis en la segunda vocal.
- Lali – volvió a repetir con más seriedad – si te pasa algo yo seré el responsable.
- De acuerdo… - suspiró - ¿Hasta cuanto tendré que quedarme aquí?
- Hasta que cojamos a los cabrones que van a por ti. – empezó a caminar hacia una puerta – O los mataran mis compañeros… - la miró sonriendo – o vendrán y me cargaré a los siete secuaces de Amadeoski, uno por uno.
Lali tuvo otro escalofrío. Peter era un tipo duro, no le importaba matar a la gente.
- ¿Te gusta tu trabajo? – dijo Lali con expresión preocupada.
- ¿Te refieres a matar a la gente? – entró en el ascensor, cogiendo del brazo a
Lali. - ¿O a ser un agente secreto?
- A lo primero…
- No gusta nunca matar a la gente, a no ser que seas uno de esos terroristas, que siguen matando aun que les cueste la vida a ellos.
Lali observó los limpios trechos de su cara. Era guapo… no, guapísimo. Unos ojos color miel y verdes  penetrantes, que clavaban la vista al vacio, una nariz recta y unos labios generosos. Peter le pilló la mirada con la suya. Ella agachó la vista enseguida. Él sonrió.
- ¿Qué mirabas? – dijo gracioso. El simple tono de frialdad con la que la trataba antes desapareció.
- Na…nada.
- ¿Te gusto? – preguntó sin más, abriendo los brazos. - ¿te gusta esto, muñeca?